Auzo Factory Irazabal Matiko

Bilbao. España | 2013

Ayuntamiento de Bilbao

Bilbao no sólo es el Guggenheim, su ría o su casco histórico, son también sus barrios periféricos. Un anillo continuo de distritos originarios de clase obrera y media que rodean el centro más turístico y mediático de la ciudad, zonas que conforman un desconocido tejido social y urbano con evidentes necesidades de intervención arquitectónica.

Matiko es uno de estos barrios, el más próximo al centro de la Villa. Allí el Ayuntamiento ha dispuesto de un edificio industrial entre medianeras que nunca llegó a funcionar –donado generosamente por la familia Irazábal-, para reactivarlo como centro de emprendedores. Bautizado como Auzo Factory Irazábal Matiko, nace con la vocación de convertirse en un modelo de intervención en estos distritos, basado en la recuperación o reforma de antiguos inmuebles para usos que generen riqueza y revitalicen el lugar en el que se insertan.

El proyecto ha consistido en idear una fachada que haga visible esta operación, teniendo en cuenta unas premisas claras: coste mínimo y máxima expresividad. Como contenedor público de nuevas actividades empresariales debe buscar el diálogo empático entre usuarios y mercado; y en tanto que dotación de barrio ha de aproximarse al vecino, ofreciéndole un nuevo espacio de uso colectivo y una imagen que redima lo que siempre ha sido una ruina industrial.

La propuesta es una piel uniforme que cubre la estructura de fachada originando un plano terso y de mayor escala. Para ello se ha elegido un material común en instalaciones eléctricas al que se le ha conferido virtud estética: bandejas portacables de acero galvanizado. El resultado, una modesta y elegante cortina de metal. Detrás de este plano se sustituyen antepecho y carpinterías antiguas por otras ajustadas a haces interiores de estructura, aumentando la superficie de iluminación natural. Singularmente se trata la esquina oeste con un espacio al aire libre, adornado con un único motivo pintado en distintos colores, y un hueco en fachada que permite cumplir con las exigencias de accesibilidad en caso de incendio.

Si durante el día el cerramiento metálico gradúa la luz natural y tamiza las miradas entre edificios vecinos, durante la noche el Centro Irazábal se transforma en fanal urbano y enfatiza aún más su presencia en el contexto. Para ello se ha propuesto un sistema de iluminación artificial con líneas de leds colocadas en la parte inferior de cada carpintería, hacia el exterior, y se ha replanteado la posición de las luminarias fluorescentes de la primera crujía en consonancia con la idea de la fachada.

Constructivamente, el uso de las bandejas ha sido posible al darse la oportuna coincidencia de que longitud de pieza y distancia entre forjados es similar, lo que evita cualquier corte que deteriore su protección anticorrosiva. Esta es, de hecho, la razón por la que las más altas sobrepasan la fachada existente.

En definitiva, el resultado final procura una nueva identidad al barrio. Se recupera funcionalmente una infraestructura abandonada y se manifiesta con una operación de original atavío. Gesto bizarro al mismo tiempo que rentable por lo económico del coste. El presupuesto de la fachada metálica, alrededor de diez mil euros, puede considerarse llamativamente bajo teniendo en cuenta la imagen conseguida con la operación. Postulado del más por menos con bandejas portacables.


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Premio | COAVN | 2016